LIBRO DEL MES: "RELATOS DE UNA CIUDAD DORMIDA"

“Mire sus fotografías antiguas. ¿Qué sensaciones le trasmiten? Con cada imagen de nuestro pasado, recordamos momentos y vivencias que teníamos olvidadas desde hace mucho tiempo. El baúl apolillado de nuestros abuelos, por ejemplo, o el álbum familiar del estante de la habitación, son pequeñas máquinas del tiempo; son rincones de la Historia que nunca embejecen ni desaparecen, siempre a la espera de ser visitados una y otra vez”



“Relatos de una ciudad dormida” (Ed. ECU; 2009) nos acerca de una forma divertida, amena, pero también rigurosa, a dieciocho acontecimientos reales de la Historia de Alicante que permanecen olvidados para la mayor parte de los alicantinos. Montados en una peculiar máquina del tiempo, la novela nos recordará desde las últimas nevadas ocurridas en la ciudad hasta la leyenda de la Casa Carbonell y el avión que chocó contra ella, pasando por los balnearios del Postiguet, el vino de la Condomina, los entresijos de la desaparecida factoría “La Británica” o las pruebas en el Puerto de Alicante del primer submarino efectivo del mundo.

Bajo un amplio soporte gráfico de fotografías antiguas, planos y documentos, el libro contiene en su parte final treinta y seis imágenes muy poco conocidas o inéditas de la ciudad, alguna de ellas extraídas de los archivos privados de los propios autores. Así, podremos maravillarnos con el “Scalextric” en los años 70, el proyecto de D. Juan Vidal Ramos del edificio del Palacio de la Diputación, el alcalde de Alicante, D. José Soler Sánchez, en uno de los primeros coches matriculados, o la Playa de la Albufereta antes del boom turístico.

Para su primera incursión en el mundo editorial, que hasta el momento ha tenido una gran aceptación, han contado con un padrino de lujo: el también escritor, Miguel Ángel Pérez Oca. Como ellos mismos dicen, “de todos y cada uno de nosotros depende perpetuar el árbol genealógico de las ciudades y los pueblos. Estamos obligados a hacerlo, no ya por los que vivimos en este tiempo, sino por nuestros propios hijos y nietos”. Y efectivamente, la obra de la Asociación Cultural Alicante Vivo es una de las mejores formas de llevarlo a cabo.

Tanto el viernes 23 como el sábado 24 de abril, desde las 10,30 de la mañana, dos de los componentes de la Asociación Cultural Alicante Vivo, Alfredo Campello Quereda y Juan José Amores Liza, firmarán ejemplares de su libro “Relatos de una ciudad dormida”, en la librería Teorema (Calle Notario Salvador Montesinos) de nuestro pueblo, donde podrán adquirir los ejemplares.



Otro de los miembros de Alicante Vivo, Miguel Ángel Pérez Oca autor de “25 de mayo: la tragedia olvidada” (ECU) firmará ejemplares de la segunda edición de este libro que narra, en forma novelada, el terrible bombardeo de 1938 realizado por la aviación italiana fascista sobre el Mercado de Abastos de Alicante. Además presentará en primicia y firmará ejemplares de su nueva obra “La cruz ausente” (ECU, 2010)

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129. RECUERDOS DE MI JUVENTUD

Una de las tradiciones más divertidas y bonitas, era la mona. Cuando estábamos en la Cuaresma, ya empezábamos, como un resorte, a preparar la cuadrilla. Siempre había un chico que hacía de capitán y hacía y deshacía, y empezaba: “Tú con aquel y tú con aquella” y allí venían los líos, pero nunca llegaba la sangre al río. Cerca de las 40 horas de San Gregorio y la Semana de los Dolores, ya estaba todo arreglado.

Las chicas con sus alpargatas de cinta y el capazo para la merienda, la mona y la cuerda que no faltara. Aquellos tres días de mona, eran una maravilla. Que alegría cuando salían todas las cuadrillas del pueblo, unos al monte Varó ¡Precioso!; otros a la playa de San Juan, que en aquellos tiempos, no había ni rascacielos, ni grandes edificios. Solamente había unos chalets en primera línea de playa. La verdad, es que teníamos para nosotros toda la playa y todo el terreno para saltar a la cuerda, al corro, a la gallinita ciega, etc. También íbamos a las fincas, como yo, que vivía en la finca Espinós, donde éramos cuatro hermanos y nos poníamos en cola para cada día ir uno. Mis padres lo que disfrutaban de ver lo bien que nos lo pasábamos.



Ya, a las cinco de la tarde, nos poníamos a merendar, todos sentados “cul a pla” y cada uno con su merienda, y sacábamos la fiambrera con aquella tortilla de patatas tan rica y tomate y pimiento frito con conejo que nos chupábamos los dedos ¡Che, qué bo! Nunca mejor dicho porque en aquellos tiempos, en algunas casas, no había llegado la moda de los tenedores. Pero lo más bonito, era el huevo duro de la mona, que rompíamos en la frente del chico que nos hacía tilín. Y el remate final, era cuando todas las cuadrillas, al atardecer, volvíamos y nos juntábamos todas en la Rambla. Allí hacíamos la despedida cantando “Miguel, Miguel”, otros jugaban a la cuerda y armaban grandes polsegueras, pero todos los juegos nos sabían a gloria. Al final, nos despedíamos hasta el día siguiente con aquella canción tan típica de “Golondrina de amor” o “Adiós con el corazón”.

¡Qué cambio a nuestros días! La verdad, es que con la moda de ahora que se van a la segunda vivienda, a la montaña o de acampada, ese día de mona en Sant Joan, por la tarde, da pena ver la Rambla tan vacía. Qué lástima que esa tradición se haya perdido, tan bonita como era.

PEPA ESPINÓS

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