111. LA HONDA, UN ARMA Y UNA HERRAMIENTA

El martes día 16 de julio, asistí al taller de manualidades del esparto que impartió nuestro Ayuntamiento en la Casa de Cultura, y mientras departía con la profesora y otra señora, tomé unos espartos y fabriqué una honda que luego regalé a uno de los niños asistentes al curso.

Mientras iba construyendo esta herramienta de pastor, me vino a la mente la historia de David y Goliat que todos conocemos, y también esa humorística confusión existente entre algunos que no saben exactamente si David mató al gigante con una “Honda” o fue con una “Yamaha”. La verdad es que creo que la marca de la moto no sea lo más importante, pero si que la destreza de David manejando aquella sencilla herramienta de trabajo que era su honda, la convirtiera en una arma capaz de matar al hombre más fuerte de su época.

La historia de David y Goliat no la voy a contar por ser harto conocida aunque sí la de Vicente y Manuel, que era el primero un pastor de cabras y el segundo un entendido labrador. El pastor, pequeñito él, envidioso, embustero y para colmo de sus defectos, borrachín. Por el contrario, Manuel, era un joven muy diestro en los trabajos de la tierra, fornido y bondadoso, cualidad esta última por la cual el pastor no había recibido un par de bofetadas por su mala lengua en más de una ocasión cuando trataba de menospreciar a Manuel. Pero todo tiene su límite en la vida, y un día, terminó Vicente con la paciencia de Manuel que le dijo delante de todos sus amigos:

Mira Vicente, Te repruebo por bergante,
Y aún sin tener otra facha,
El hombre que se emborracha
Con esa tiene bastante.

Todos rieron, y Vicente no se puso rojo de vergüenza como le hubiera ocurrido a cualquier otro del grupo, sino que palideció de odio y masculló entre dientes estas palabras que nadie pudo entender: ¡ Te mataré, te mataré!

Pasó algún tiempo y no menguaba el odio de Vicente hacia Manuel pero como era un cobarde, no pensaba en enfrentársele cara a cara si no a traición y con ventaja; un día, cuando estaba Manuel preparando la acequia para el riego de las hortalizas, desde el montecillo colindante a la huerta, le gritó Vicente que allí se encontraba apacentando sus cabras en lo más alto:

¡Eh chulo! Te voy a apañar. Y cogiendo una piedra la colocó en el ojal de su honda y haciéndola girar en el aire , la lanzó veloz hacia Manuel. Vicente era diestro en el manejo de la honda con una puntería extraordinaria, y estaba seguro que desde la altura con la velocidad que imprimía a los guijarros que desde allí le lanzaba, antes del tercer tiro lo iba a matar o malherir, pero en la primera piedra se equivocó, pues el sonido que es más veloz que una pedrada con honda, avisó a Manuel que oyó a tiempo el chasquido que produce la honda al despedir la piedra, entendiendo lo que estaba sucediendo, y en un movimiento rápido levantó el legón protegiendo su cabeza, estrellándose el guijarro contra la acerada hoja de la herramienta, que tenía buen temple, produciéndose un sonido como el tañido de una campana. En dos segundos tuvo Manuel otro guijarro acercándosele a gran velocidad y el legón volvió a servirle de escudo.

El desgraciado este, tiene mas vista que un gavilán –masculló Vicente- mientras disparaba el tercer tiro, que repitiendo Manuel la maniobra lo detuvo sin dificultad, y envez de huir, que era lo que pensaba Vicente que haría, comenzó a subir resueltamente al montecillo en dirección al pastor, deteniendo uno tras otro los tiros de su agresor.

Manuel subió al monte, y ya a corta distancia, tenía más control de los movimientos de Vicente, que viéndole tan próximo decidió huir, pero que tropezando al iniciar la huida, cayó al suelo de espalda quedando a merced de su contrario, el cual levantando amenazadoramente su herramienta hizo pensar a Vicente que le había llegado la hora de la muerte, pero no fue así, porque Manuel viendo en su cara su gesto de terror, se detuvo, bajó la herramienta y le escupió en pleno rostro.

No quiero manchar mi legón con sangre de serpiente –dijo con enorme desprecio volviendo la espalda para marcharse - pero intuyendo de repente lo que iba a suceder, se agachó bruscamente al tiempo que una piedra pasaba silbando rozándole los cabellos.

Entonces ya no pudo contenerse, volvió sobre sus pasos y comenzó a abofetear a Vicente hasta que vio brotar abundante sangre de su rostro.

En esta historia no fue la honda la que venció pero sí la habilidad y la razón, y el vencido no murió en la contienda como le sucedió a Goliat, aunque siguió odiando con todas sus fuerzas a su enemigo, pero eso sí, teniendo especial cuidado de no enfrentarse a él nunca más.

ISIDRO BUADES RIPOLL
Cronista de la Villa de Sant Joan

Publicado porAlfredo en 12:20  

0 comentarios:

Publicar un comentario