111. EL ORIGEN DE LAS FIESTAS (PARTE 1)

“… Todos, hombres, mujeres y niños, habían trabajado de sol a sol, primero recolectando la uva y después pisándola, sin permitirse una jornada de descanso.

Sólo cuando el vino estaba dispuesto para hervir en sus barricas y los hollejos de la uva habían sido almacenados para destilar orujo durante los tediosos días de invierno, los payeses celebraban las fiesta de septiembre”.

Este pequeño párrafo de la obra “La catedral del mar”, nos puede introducir perfectamente en nuestras fiestas, las del Cristo, las que van a celebrarse en unos días, o por qué no, las de nuestro vecino pueblo de Mutxamel. Como en más de una vez se lo hemos dejado insinuar, son fiestas de entrada en el otoño, de cambio de estación, pero sobre todo de “después de la recolección” y su origen y significado, muy diferente del que ahora le damos, pues en sus inicios habría sido una fiesta pagana de acción de gracias a la madre tierra encargada de dar los frutos, a un señor de la tierra, encargado de fecundarla y por qué no a un hijo de ambos que es a la vez víctima, pues muere, pero al mismo tiempo, es esperanza, pues renace y con él, la vida en la naturaleza. Es por así decirlo, la triada más representativa desde época ibérica, que al mismo tiempo, es la primera de que conservamos una iconografía mistérica (excepción hecha de las pinturas rupestres y santuarios en grutas que se conservan).

Pero aunque los orígenes más que probables se hallen en dicho punto, entendemos que no es solamente lo anteriormente apuntado lo que nos dejaría nuestra herencia festera. En realidad, entendemos que debemos indagar y hurgar un poco más en los orígenes de nuestro calendario festivo para llegar a conclusiones mucho más importantes.

No queremos irnos tan lejos en el tiempo, como lo que hemos apuntado al principio, por lo que vamos a reflejar solamente el pensamiento medieval como caldo de cultivo para las fiestas que hoy en día se desarrollan, aunque los primeros antecedentes, bien podamos buscarlos en el párrafo anteriormente apuntado.

Para empezar, debemos resaltar la gran importancia que para los hombres medievales suponía el tiempo. Este concepto, debía tener una relevancia abrumadora, ya que por un lado, no era algo de lo que pudiera disponer en gran cuantía. Tengamos en cuenta, que su expectativa de vida rondaba los cuarenta y tanto años; por otro lado, se veía influenciado por los fenómenos naturales, dentro de los cuales se hallan las estaciones anuales. Ellas, le daban un mayor o menor número de horas de sol, por lo que necesitaba un elemento que le mantuviera también informado de las horas. Éste, sería la iglesia, o en su defecto, la ermita, que mediante las campanadas, le avisaría de las horas del día, además de otros sucesos que no vienen al caso ahora. Además de esto, este elemento constructivo, le daría cohesión social al grupo y serviría para organizar la teogonía o historia cristiana a la que se sujetarán los mitos, santos y fiestas con los que agasajar a los mismos, aunque lo cierto es que en realidad, se agasaja uno mismo.

Pero además, un día no solamente tiene horas de sol. También tiene horas nocturnas, y con ellas, la luna, y con ésta, el ciclo lunar, el cual, será de importancia capital para establecer el calendario de fiestas por el que se regirá todo el orbe cristiano. Así, las relaciones existentes entre el cómputo de la Pascua, y el ciclo lunar y entre la Navidad y el solsticio de invierno, los dos hitos del calendario cristiano, evidenciaron el papel de la iglesia en la visión de la fiesta entre los europeos.

FINALIZA EN EL PRÓXIMO NÚMERO

MODESTO BAEZA MARTÍNEZ y FCO. J. RAMÓN MARTÍNEZ

Publicado porAlfredo en 12:21  

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