105. LES COSES DE BATISTE: LA MAQUINETA

Batiste es algo despistado y lo reconoce, aunque no le gusta que se lo digan, ni siquiera su mujer a quien él adora, pero ella no le perdona ni uno de sus despistes, sobre todo si es el caso que se deja abierta la puerta de la "caseta" del campo, pues en menos de un mes ya la ha dejado dos veces de par en par y se ha marchado al pueblo. Esto también le ocurre con la del pequeño garaje donde guarda las herramientas y alguna vez el coche, y con la portalada de la cerca alambrada. Pero no sabe la buena de Pepa, lo peor, que hade dos semanas olvidó cerrar la consabida puerta del garaje y le robaron la "maquineta" de sulfatar. No encuentra Batiste, la manera de decírselo a Pepa y está dejando pasar el tiempo y ver que excusa se le ocurre para decirle que tiene que comprar otra. En principio, había pensado comprar una igual a la chito callando, y arreglado; pero es el caso que ya no se fabrica ese modelo y ella notaría la diferencia. Y pensando como Lola Flores "Cómo me la maravillaría yo" fue el domingo al mercadillo de objetos usados por ver si encontraba alguna parecida, que con que estuviera usada y fuese del mismo color, ya colaría.

Así que, el domingo, allí que se encaminó Batiste por ver si había suerte, y nada más entrar vió una del mismo color.

-Che, tinc sort. Exclamó para si- Es igual que la mía. Pero cuando la cogió para examinar su estado se quedó helado por la sorpresa. ¡Aquella "maquineta" era la suya! Le habían dado un brochazo verde donde él había escrito el nombre de Pepa, aunque el numero de serie no se habían molestado en limarlo.

Miró cara a cara al moreno vendedor e iba a gritarle Lladre! Pero se contuvo y cuando pudo terminar de reprimir el impulso le dijo:

-Maestro, ¿qué quiere por este trasto?

-Treinta duros y es suya, caballero. Le repuso el moreno con una ancha sonrisa en los labios.

-Con que es mía eh, usted lo ha dicho. Le doy veinte.

El vendedor volvio a sonreir y le dijo:

-Por ser la primera venta de hoy, sea lo que usted dice.

Batiste se llevó la sulfatadora a la "caseta" con un cabreo en el cuerpo que le duró una semana en la cual no cesó de decirle su mujer:

-Ai fill, no se què et passa, poses una cara fa uns dies...

Publicado porAlfredo en 23:59  

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